Actualmente, es raro que no conozcamos algún caso o varios, de personas que en algún momento de su vida, han padecido un trastorno mental: depresión, trastorno bipolar, esquizofrenia… estos conceptos se están normalizando dentro de nuestras conversaciones a un ritmo vertiginoso, están en nuestras vidas, en nuestro entorno… Aún así, estas patologías y las personas que las padecen, sufren una gran estigmatización dentro de nuestra sociedad. Se continúa creyendo en los estereotipos, que acompañan a los trastornos metales desde siempre, como puede ser el carácter violento de las personas que los padecen, la imposibilidad de llevar una vida normalizada o la incapacidad de recuperación e inclusión social, cargando además, gran parte de la responsabilidad a la propia persona.
¿Cuál es el motivo por el cual le damos la espalda a los trastornos mentales cuando están tan presentes en nuestra sociedad?
Se puede pensar que es el desconocimiento sobre las enfermedades mentales y que se precisa de una mayor información/sensibilización a la población para romper con los estereotipos que dificultan enormemente la inserción social de las personas que padecen algún tipo de trastorno psicológico. En mi opinión, esto es parte de la realidad que nos acompaña, pero no toda.
No es lo mismo la falta de información, que el hecho de no querer conocer y de no querer informar, no querer saber lo que ya presentimos, por miedo al compromiso social del que adolece nuestra sociedad en las últimas décadas, es el problema que la enfermedad mental conlleva detrás.
¿Y por que digo esto?
Las estadísticas de personas que sufren trastornos mentales, se elevan a un ritmo desenfrenado, profesionales de la salud mental nos avisan de que seguirá elevándose los datos en las próximas décadas, por lo que a cualquiera de nosotros nos podría tocar, ya que los expertos aseguran que aunque las psicopatologías tienen una alta base genética, son los factores socioestructurales los que interfieren en el desarrollo, o no, de los trastornos mentales, y estos factores ambientales determinarán también la posibilidad de rehabilitación e inserción social.
Por lo tanto, en mi opinión, para facilitar la inserción social de las personas con psicopatológias diagnosticadas, y parar el ritmo de los porcentajes de personas afectadas, se precisa de un fuerte compromiso social, un compromiso de cambio de modelo social mas humano y menos individualista, materialista y competitivo.
Este modelo social, que frenaría tanto dolor humano, no interesa a unos cuantos, a unos cuantos que tiene tanto poder que son capaces de adormecer a una población entera, para evitar el compromiso social que nos avocaría al cambio.
Muchos de nosotros, nos hemos encontrado en situaciones complejas, que nos han acercado a la realidad de los trastornos mentales, superándolas con éxito gracias a los factores ambientales y personales, que de manera positiva han propiciado que salgamos airosos de la situación, gracias a nuestras situación económica que nos facilitaba el acceso a servicios profesionales o fármacos de apoyo, nuestra capacidad de afrontamiento de las dificultades, nuestro nivel formativo que nos han ayudado a reconocer la situación o nuestras redes de apoyo personales.
A otros muchos no les permitimos afrontar sus trastornos mentales desde una posición social, y quedaron en el miedo a la sociedad y en el desamparo de la incapacidad de reinserción social (Podemos verlo en el documental “las mil y una cara de la locura”)
No todas las personas contamos con las mismas variables personales y contextuales, ni mantenemos las mismas variables estables durante todo nuestro ciclo vital, por lo que es hora de tomar conciencia, de comprometernos socialmente por un cambio de modelo de vida, mirándonos en el otro como si de un espejo se tratase y sin dar la espalda a la realidad, una sociedad enferma, cuya curación es responsabilidad de tod@s.

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