El relativismo cultural sostiene que todas las culturas son equivalentes en su valor y no mensurables entre sí. Sólo podemos juzgar una cultura desde sus propios parámetros, y de ahí se desprende que todas las culturas son merecedoras de igual respeto, ya que cualquier valoración que se haga de una cultura "desde afuera" cae en los prejuicios del etnocentrismo.
En el mundo globalizado en el que vivimos, en el que impera el capitalismo como modo de vida, y se valoran los países y culturas desde una visión económica, la cultura occidental es una cultura agresiva en su expansión, e intenta establecer un dominio global.Este intento provoca en otras culturas rechazo y oposición a la asimilación cultural, por lo que el enfrentamiento entre culturas se hace cada vez mas fuerte y de difícil resolución.
El etnocentrismo que vivimos en el mundo actual, debemos de analizarlos a diferentes niveles para poder asimilar cuales son sus efectos y sus orígenes.
Pienso que a nivel global, el etnocentrismo, la lucha entre pueblos, viene influenciado por las presiones económicas mundiales.
No se puede analizar desde una visión micro social, en la que el conflicto puntual entre miembros de diferentes comunidades culturales, como hecho aislado, nos ofrece
"PRESENTES" Blog de integración social.
Todos presentes hacia el respeto de la diversidad humana. Vive presente construyendo un futuro.
domingo, 24 de abril de 2016
lunes, 18 de enero de 2016
La salud mental, una responsabilidad de tod@s.
Actualmente, es raro que no conozcamos algún caso o varios, de personas que en algún momento de su vida, han padecido un trastorno mental: depresión, trastorno bipolar, esquizofrenia… estos conceptos se están normalizando dentro de nuestras conversaciones a un ritmo vertiginoso, están en nuestras vidas, en nuestro entorno… Aún así, estas patologías y las personas que las padecen, sufren una gran estigmatización dentro de nuestra sociedad. Se continúa creyendo en los estereotipos, que acompañan a los trastornos metales desde siempre, como puede ser el carácter violento de las personas que los padecen, la imposibilidad de llevar una vida normalizada o la incapacidad de recuperación e inclusión social, cargando además, gran parte de la responsabilidad a la propia persona.
¿Cuál es el motivo por el cual le damos la espalda a los trastornos mentales cuando están tan presentes en nuestra sociedad?
Se puede pensar que es el desconocimiento sobre las enfermedades mentales y que se precisa de una mayor información/sensibilización a la población para romper con los estereotipos que dificultan enormemente la inserción social de las personas que padecen algún tipo de trastorno psicológico. En mi opinión, esto es parte de la realidad que nos acompaña, pero no toda. No es lo mismo la falta de información, que el hecho de no querer conocer y de no querer informar, no querer saber lo que ya presentimos, por miedo al compromiso social del que adolece nuestra sociedad en las últimas décadas, es el problema que la enfermedad mental conlleva detrás.
¿Y por que digo esto?
Las estadísticas de personas que sufren trastornos mentales, se elevan a un ritmo desenfrenado, profesionales de la salud mental nos avisan de que seguirá elevándose los datos en las próximas décadas, por lo que a cualquiera de nosotros nos podría tocar, ya que los expertos aseguran que aunque las psicopatologías tienen una alta base genética, son los factores socioestructurales los que interfieren en el desarrollo, o no, de los trastornos mentales, y estos factores ambientales determinarán también la posibilidad de rehabilitación e inserción social. Por lo tanto, en mi opinión, para facilitar la inserción social de las personas con psicopatológias diagnosticadas, y parar el ritmo de los porcentajes de personas afectadas, se precisa de un fuerte compromiso social, un compromiso de cambio de modelo social mas humano y menos individualista, materialista y competitivo.
Este modelo social, que frenaría tanto dolor humano, no interesa a unos cuantos, a unos cuantos que tiene tanto poder que son capaces de adormecer a una población entera, para evitar el compromiso social que nos avocaría al cambio.
Muchos de nosotros, nos hemos encontrado en situaciones complejas, que nos han acercado a la realidad de los trastornos mentales, superándolas con éxito gracias a los factores ambientales y personales, que de manera positiva han propiciado que salgamos airosos de la situación, gracias a nuestras situación económica que nos facilitaba el acceso a servicios profesionales o fármacos de apoyo, nuestra capacidad de afrontamiento de las dificultades, nuestro nivel formativo que nos han ayudado a reconocer la situación o nuestras redes de apoyo personales.
A otros muchos no les permitimos afrontar sus trastornos mentales desde una posición social, y quedaron en el miedo a la sociedad y en el desamparo de la incapacidad de reinserción social (Podemos verlo en el documental “las mil y una cara de la locura”)
No todas las personas contamos con las mismas variables personales y contextuales, ni mantenemos las mismas variables estables durante todo nuestro ciclo vital, por lo que es hora de tomar conciencia, de comprometernos socialmente por un cambio de modelo de vida, mirándonos en el otro como si de un espejo se tratase y sin dar la espalda a la realidad, una sociedad enferma, cuya curación es responsabilidad de tod@s.
¿Cuál es el motivo por el cual le damos la espalda a los trastornos mentales cuando están tan presentes en nuestra sociedad?
Se puede pensar que es el desconocimiento sobre las enfermedades mentales y que se precisa de una mayor información/sensibilización a la población para romper con los estereotipos que dificultan enormemente la inserción social de las personas que padecen algún tipo de trastorno psicológico. En mi opinión, esto es parte de la realidad que nos acompaña, pero no toda. No es lo mismo la falta de información, que el hecho de no querer conocer y de no querer informar, no querer saber lo que ya presentimos, por miedo al compromiso social del que adolece nuestra sociedad en las últimas décadas, es el problema que la enfermedad mental conlleva detrás.
¿Y por que digo esto?
Las estadísticas de personas que sufren trastornos mentales, se elevan a un ritmo desenfrenado, profesionales de la salud mental nos avisan de que seguirá elevándose los datos en las próximas décadas, por lo que a cualquiera de nosotros nos podría tocar, ya que los expertos aseguran que aunque las psicopatologías tienen una alta base genética, son los factores socioestructurales los que interfieren en el desarrollo, o no, de los trastornos mentales, y estos factores ambientales determinarán también la posibilidad de rehabilitación e inserción social. Por lo tanto, en mi opinión, para facilitar la inserción social de las personas con psicopatológias diagnosticadas, y parar el ritmo de los porcentajes de personas afectadas, se precisa de un fuerte compromiso social, un compromiso de cambio de modelo social mas humano y menos individualista, materialista y competitivo.
Este modelo social, que frenaría tanto dolor humano, no interesa a unos cuantos, a unos cuantos que tiene tanto poder que son capaces de adormecer a una población entera, para evitar el compromiso social que nos avocaría al cambio.
Muchos de nosotros, nos hemos encontrado en situaciones complejas, que nos han acercado a la realidad de los trastornos mentales, superándolas con éxito gracias a los factores ambientales y personales, que de manera positiva han propiciado que salgamos airosos de la situación, gracias a nuestras situación económica que nos facilitaba el acceso a servicios profesionales o fármacos de apoyo, nuestra capacidad de afrontamiento de las dificultades, nuestro nivel formativo que nos han ayudado a reconocer la situación o nuestras redes de apoyo personales.
A otros muchos no les permitimos afrontar sus trastornos mentales desde una posición social, y quedaron en el miedo a la sociedad y en el desamparo de la incapacidad de reinserción social (Podemos verlo en el documental “las mil y una cara de la locura”)
No todas las personas contamos con las mismas variables personales y contextuales, ni mantenemos las mismas variables estables durante todo nuestro ciclo vital, por lo que es hora de tomar conciencia, de comprometernos socialmente por un cambio de modelo de vida, mirándonos en el otro como si de un espejo se tratase y sin dar la espalda a la realidad, una sociedad enferma, cuya curación es responsabilidad de tod@s.
sábado, 19 de diciembre de 2015
martes, 13 de octubre de 2015
martes, 6 de octubre de 2015
La sociedad patriarcal y las diferentes formas de violencia hacia las mujeres.
En este mundo, donde ya quedo instalado un capitalismo basado y sostenido por el consumo, las mujeres, a pesar de los de los esfuerzos a favor de la igualdad de género, continúan representando en numerosas ocasiones un objeto de cambio más.
Esta sociedad patriarcal y machista nos considera objetos pasibles de ser comercializados, mercantilizados, utilizados…en fin: “objetos para ser consumidos”.
Al visualizar a las mujeres como objetos y no sujetos, se la despoja de sus derechos, convirtiéndose en blanco fácil de dominación y violencia, por parte de los hombres (no nos olvidemos que las estadísticas denuncian que el 95% de la violencia familiar, por ejemplo, se ejerce de los hombres hacia las mujeres y menos del 5% restante es de las mujeres hacia los hombres).Este sometimiento de los hombres hacia las mujeres se denomina “dominación masculina”, y se sostiene gracias al patriarcado. Este tema en particular, la “objetivación” de la mujer, se manifiesta claramente en la trata de personas para explotación sexual y laboral; situaciones a las que cientos de miles de mujeres son sometidas año tras año, por ser consideradas objetos pasibles de “compra y venta” sin derechos.
La violencia doméstica es el tipo de violencia de género más conocida e instalada en el imaginario social. Es la que se desarrolla al interior de la pareja y se manifiesta en violencia física, psíquica o emocional y sexual.
Sin embargo existe otro tipo de violencia, casi imperceptible, a la cual nos encontramos sometidas todas las mujeres desde que nacemos: la violencia simbólica. Esta violencia es la que recibimos desde los medios de comunicación, la educación, la moda, etc.
Los estereotipos de género representan una forma en la que la violencia simbólica se manifiesta. Los mismos marcan lo que se espera de los varones y de las mujeres, asentando características particulares a cada uno de ellos y cada una de ellas. Así las mujeres debemos ser bellas, flacas, siempre jóvenes, estar a la moda, ser madres, etc.
El lenguaje, como parte fundamental de lo discursivo, es una manifestación más de la violencia simbólica. El lenguaje, herramienta no inocente basada también en una desigualdad entre varones y mujeres, fue construido de manera tal que las mujeres quedaban excluidas de los discursos, generalizando siempre los mismos desde la connotación del sujeto varón.
Esta lucha por deconstruir estas practicas culturales patriarcales que nos han sido impuestas y que tantas veces reproducimos tanto varones como mujeres, debe ser una lucha de ambos sexos ya que el patriarcado explota a la mujer pero también determina un “deber ser” para el varón, nos impone estereotipos y nos impiden desarrollarnos libremente sexualmente, en los roles que ocupamos en la sociedad, etc.
Por eso es un trabajo en conjunto por la liberación de ambos sexos, para que el género no sea condicionante ni nos indique como ser sin poder elegir libremente. Es hora de tomar conciencia, de desnaturalizar prácticas y de construcción de otras nuevas, de nuevas relaciones más humanas e igualitarias, equitativas sin ningún tipo de discriminación o explotación.
Esta sociedad patriarcal y machista nos considera objetos pasibles de ser comercializados, mercantilizados, utilizados…en fin: “objetos para ser consumidos”.
Al visualizar a las mujeres como objetos y no sujetos, se la despoja de sus derechos, convirtiéndose en blanco fácil de dominación y violencia, por parte de los hombres (no nos olvidemos que las estadísticas denuncian que el 95% de la violencia familiar, por ejemplo, se ejerce de los hombres hacia las mujeres y menos del 5% restante es de las mujeres hacia los hombres).Este sometimiento de los hombres hacia las mujeres se denomina “dominación masculina”, y se sostiene gracias al patriarcado. Este tema en particular, la “objetivación” de la mujer, se manifiesta claramente en la trata de personas para explotación sexual y laboral; situaciones a las que cientos de miles de mujeres son sometidas año tras año, por ser consideradas objetos pasibles de “compra y venta” sin derechos.
La violencia doméstica es el tipo de violencia de género más conocida e instalada en el imaginario social. Es la que se desarrolla al interior de la pareja y se manifiesta en violencia física, psíquica o emocional y sexual.
Sin embargo existe otro tipo de violencia, casi imperceptible, a la cual nos encontramos sometidas todas las mujeres desde que nacemos: la violencia simbólica. Esta violencia es la que recibimos desde los medios de comunicación, la educación, la moda, etc.
Los estereotipos de género representan una forma en la que la violencia simbólica se manifiesta. Los mismos marcan lo que se espera de los varones y de las mujeres, asentando características particulares a cada uno de ellos y cada una de ellas. Así las mujeres debemos ser bellas, flacas, siempre jóvenes, estar a la moda, ser madres, etc.
El lenguaje, como parte fundamental de lo discursivo, es una manifestación más de la violencia simbólica. El lenguaje, herramienta no inocente basada también en una desigualdad entre varones y mujeres, fue construido de manera tal que las mujeres quedaban excluidas de los discursos, generalizando siempre los mismos desde la connotación del sujeto varón.
Esta lucha por deconstruir estas practicas culturales patriarcales que nos han sido impuestas y que tantas veces reproducimos tanto varones como mujeres, debe ser una lucha de ambos sexos ya que el patriarcado explota a la mujer pero también determina un “deber ser” para el varón, nos impone estereotipos y nos impiden desarrollarnos libremente sexualmente, en los roles que ocupamos en la sociedad, etc.
Por eso es un trabajo en conjunto por la liberación de ambos sexos, para que el género no sea condicionante ni nos indique como ser sin poder elegir libremente. Es hora de tomar conciencia, de desnaturalizar prácticas y de construcción de otras nuevas, de nuevas relaciones más humanas e igualitarias, equitativas sin ningún tipo de discriminación o explotación.
sábado, 3 de octubre de 2015
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)

